miércoles, 14 de enero de 2009

¿Volverían las especies a evolucionar igual si se les diese la oportunidad?

¿Qué tiene que ver Andrew Jackson, el séptimo presidente de EEUU, con Darwin? En un cómico ejemplo de contingencia histórica, el paleontólogo Stephen Jay Gould logra unir, en nueve pasos, a estos dos personajes en una sucesión de acontecimientos en la que los detalles fueron cruciales tanto para la consecución de la presidencia de uno como para la generación de la teoría de la evolución del otro.


Según cuenta Gould en Brontosaurus y las nalgas del ministro, el duelo entre dos políticos británicos de principios del siglo XIX, Canning y Castlereagh, fue lo que, en última instancia, permitió a Darwin pergeñar "la mayor revolución en el campo de la biología". Castlereagh, al salir ileso del enfrentamiento -su rival Canning es herido en el trasero, de ahí el título del libro-, tiene la oportunidad de suicidarse más tarde como consecuencia de una depresión, lo cual conmociona enormemente a su sobrino FitzRoy, que más tarde estará al mando del barco Beagle y que, convencido de que ha heredado la enfermedad de su tío, elegirá entonces al joven Darwin y por entonces futuro pastor como su hombre de compañía para la larga travesía que le espera. El viaje del Beagle será el que inspire, mucho más tarde, la famosa teoría de Darwin.
Un estudio recién publicado en 'Nature Genetics' viene a corroborar genéticamente el carácter irrepetible de la evolución
La contingencia histórica de Gould es la que explica también por qué la evolución que las especies han seguido hasta ahora es única e irrepetible. Si rebobináramos la cinta de la vida hacia atrás, explica el paleontólogo en La vida maravillosa, la evolución nunca sería la misma: sólo había una pequeñísima probabilidad de que el Homo sapiens apareciese sobre la Tierra, y ocurrió, pero no se volvería a repetir.
Un estudio recién publicado en Nature Genetics viene a corroborar, esta vez genéticamente, el carácter irrepetible de la evolución. Henrique Teotónio, del Instituto Gulbenkian de Ciencia, en Portugal, y colegas de la Universidad de Nueva York y de la Universidad de California recrearon distintos escenarios de evolución para la mosca ('Drosofila melanogaster). La idea era recrear la selección natural en directo en un laboratorio, algo posible gracias a la corta vida de estos animales. Las moscas procedían de un grupo original que había sido extraído de su ambiente natural en 1975.
Durante dos décadas, sus descendientes crecieron en el laboratorio sometidos a distintos estímulos y presiones ambientales y posteriormente fueron devueltos a su ambiente ancestral. A lo largo de 50 generaciones de moscas, los investigadores observaron si se "revertía" la evolución en las individuos que volvían al hábitat de sus ancestros. Para ello, los científicos se fijaron en ciertas áreas del cromosoma 3.
Experimento con moscas
En efecto, las moscas presentaron cambios regresivos hacia sus orígenes... pero sólo hasta cierto punto. "Estimamos que la convergencia a las frecuencias de alelos ancestrales durante 50 generaciones de evolución reversible es de un 50%, y que esto es independiente a la historia evolutiva", escriben los autores en el estudio. "La evolución 'reversible' parece detenerse cuando las poblaciones de moscas se adaptan al ambiente ancestral, lo cual puede no coincidir con el estado original. A nivel genético, la convergencia hacia el estado ancestral es del 50%. La evolución es contigente a la historia también a nivel genético", dice Henrique Teotónio.
En realidad, los resultados del estudio sugieren que, aunque irrepetible, la evolución a nivel de alelos -las variantes de un mismo gen- es más "repetible" que la evolución resultante de mutaciones genéticas. Esto tiene implicaciones en el concepto mismo de la biodiversidad, según reflexiona el investigador portugués: "Algunas de las 'moscas revertidas' pueden ser fenotípicamente idénticas a las moscas ancestrales, pero genéticamente distintas. ¿Cómo tenemos que definir entonces la biodiversidad?".




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