Dios vigila, así que hay que ser buenos, mantener la reputación de cara a la galería actuando como el Buen Samaritano. Esta sería, según las últimas investigaciones, la motivación que está detrás de la relación entre las creencias religiosas y la sociabilidad, un binomio que no siempre va unido, sino que depende de la situación en la que se encuentre la persona.
¿Acaso el Buen Samaritano de la parábola, que ayudó a un herido en un camino, lo hizo por puro altruismo o quizás porque, como creyente, se sentía vigilado por Dios? Esta es la cuestión que dos psicólogos de la Universidad de Columbia se plantean esta semana en una revisión de trabajos en la revista 'Science', donde ponen en tela de juicio la tendencia a pensar que sólo por ser creyentes en un dios, las personas son más honestas y más solidarias.
Ara Norenzayan y Azim F. Shariff, tras escudriñar estudios empíricos, psicológicos y económicos llegan a la conclusión de que lo que motiva a 'los buenos' es mantener su reputación intacta, ya sea ante el resto de la sociedad o ante un ente superior y vigilante de sus actos.
«La asociación de religión y sociabilidad es más evidente cuando la situación pide mantener una reputación social favorable dentro del grupo», indican los psicólogos en su trabajo.
En otras palabras, sobre todo el ser humano se siente más generoso cuando acude a un acto o rito religioso o, en el caso de los muy creyentes, cuando siente muy cerca la presencia de un ser superior. En otras circunstancias, emociones como la compasión o la empatía con los demás son tan habituales en personas religiosas como en las que no lo son.
Factor de estabilidad social
Los autores de este trabajo mencionan diversas investigaciones previas, que habían señalado que las religiones hicieron posible que existieran sociedades grandes y estables con individuos sin relación genética ninguna. Por ello, las más extendidas serían las que hablan de caridad y cooperación, por lo menos dentro del grupo, porque no han faltado los conflictos hacia el exterior por enfrentamientos religiosos.
Otra perspectiva evolutiva indica que las creencias religiosas han servido para detectar y controlar el contenido de otras mentes o para superar limitaciones biológicas, físicas y psicológicas.
Factores comunes a todas ellas serían que en todas se castiga y se recompensan las acciones humanas. También que se refuerzan las normas cooperativas, quizás porque los humanos son una especie social, pero también muy cotilla con los comportamientos ajenos. Ahí estaría la clave de por qué la reputación tuvo un gran papel desde el punto de vista evolutivo: los individuos conocidos por su egoísmo probablemente serían excluidos en interacciones futuras.
De hecho, los autores recuerdan experimentos económicos en los que a medida que se pierde anonimato, aumenta el altruismo, porque nadie quiere quedar mal. También mencionan que casi todos los estudios que relacionan a los más creyentes con una mayor sociabilidad están basados en encuestas de autovaloración, que siempre están contaminadas por el autoengaño.
Norenzayan y Azim argumentan, además, que hoy las religiones no serían las únicas facilitadoras de la generosidad y la sociabilidad, porque hay miembros de grupos no religiosos tan solidarios como los que lo son.
El psiquiatra español Francisco J. Rubia considera, por su parte, que la religión no tiene que ver con la conducta más social y generosa del ser humano. "Hay personas de comunión diaria que tratan fatal a sus subordinados. Más importante que la religión es la sociabilidad", señala a elmundo.es.
Los autores concluyen, en 'Science', que son necesarias más investigaciones para cuantificar los comportamientos sociales y las creencias religiosas. "Es un asunto que sigue siendo cuestión de debate porque se ha visto que los mismos mecanismos que pueden facilitar el altruismo dentro del grupo pueden también facilitar el antagonismo con otros grupos", lo que vendría a señalar que hay beneficiarios y víctimas de esa sociabilidad religiosa.
Las motivaciones del Buen Samaritano elmundo.es
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