La Agencia Espacial Europea (ESA) está a punto de abrir una misión de complejidad extrema y de la que se esperan resultados de extraordinaria importancia. Se trata del lanzamiento de su satélite Explorador de la Gravedad y de la Circulación Oceánica GOCE (Gravity field and steady-state Ocean Circulation Explorer, por sus siglas en inglés).
FUENTE ABC Periódico Electrónico S.A.
26/08/2008
Una parte fundamental de su misión será estudiar con un detalle como nunca se ha logrado el campo de la gravedad terrestre, y establecer con precisión casi milimétrica, su margen de error ha sido fijado en menos de dos centímetros, la superficie gravitatoria de referencia de nuestro planeta, es decir, la geoide de la Tierra. Por otra parte, definirá al detalle la circulación oceánica terrestre en régimen estable. Numerosos campos de las ahora denominadas Ciencia de la Tierra se beneficiarán de las mediciones que realice durante los veinte meses en que ha sido estimada la misión.
UNA TONELADA
El satélite europeo GOCE, con una aerodinámica forma de flecha, cinco metros de longitud y un peso de una tonelada, será puesto en órbita desde la base aeroespacial rusa de Plesetsk, unos 800 kilómetros al norte de Moscú, por un cohete lanzador Rockot, un misil balístico intercontinental modificado, explotado por la empresa conjunta Eurockot Launch Services, formada por la europea EADS Astrium y la rusa Centro Espacial Khrunitchev. El lanzamiento está previsto para el miércoles 10 de septiembre a las 16.21 hora española.
La batería instrumental del satélite está constituida, esencialmente, por seis acelerómetros ultrasensibles de alta tecnología, destinados a medir el campo de gravedad terrestre según tres ejes. A partir de los datos recogidos por los instrumentos del GOCE, los científicos «cartografiarán» la geoide de la Tierra en alta resolución y detallarán con toda precisión sus anomalías gravitacionales.
La geoide es la superficie teórica de referencia en la cual cada punto registra el mismo potencial gravitatorio, es decir, una misma fuerza de la gravedad. Descontados los efectos derivados de la orografía terrestre y de los movimientos de las mareas, la geoide vendría a coincidir de manera aproximada con la superficie oceánica en calma prolongada bajo los continentes. Se trata de un elipsoide de revolución que tiene en cuenta el achatamiento en los polos que registra nuestro planeta, originado por la propia fuerza de la gravedad y por la fuerza centrífuga derivada de su movimiento de rotación sobre su eje.
El «mapeo» exacto de la geoide permitirá a los científicos avanzar de forma sustancial en el conocimiento de la estructura interna del globo terráqueo y de los movimientos de las placas tectónicas. Tanto es así que, de forma harto arriesgada, no faltan quienes predicen que el satélite GOCE será el primer detector eficaz de terremotos y tsunamis, los devastadores movimientos sísmicos que tan esquivos se muestran a la predicción. Los científicos de la misión, por su parte, se muestran mucho más comedidos y afirman que la posible capacidad de detección de movimientos sísmicos deberá ser probada con numerosos ensayos en los próximos meses.
En cuanto al estudio gravitacional de los océanos se refiere, el satélite de la ESA permitirá establecer referencias casi exactas para el mejor conocimiento de la influencia de los océanos en el clima, y viceversa; es decir, la capacidad del cambio climático de modificar el nivel del mar, las mareas, las corrientes oceánicas y el comportamiento de los casquetes polares.
Las disciplinas que resultarán directamente beneficiadas por las observaciones del satélite son, entre otras y a juicio de los investigadores que intervienen en el programa, la oceanografía, la climatología, la geodesia, la geofísica y el campo de las comunicaciones y la localización.
A 260 KILÓMETROS DE ALTITUD
El satélite GOCE girará en torno a la Tierra en una órbita baja de 260 kilómetros de altitud, lo que le permitirá una alta precisión en sus observaciones sobre la gravedad terrestre. En contrapartida, esta altitud hará que el satélite esté sometido a la perturbación derivada de la atmósfera residual existente. Este efecto será contrarrestado por medio de propulsores iónicos de baja potencia, que corregirán su altitud. Trabajará en una órbita heliosíncrona, cuyo plano está sincronizado con el Sol. Es decir, que la dirección del Sol formará un ángulo constante con el plano orbital del satélite, que le ofrecerá siempre el mismo costado. Así, la zona sobrevolada será observada siempre a la misma hora del día. Las órbitas heliosíncronas son las más adecuadas para la observación terrestre en alta resolución.
El ojo que verá el interior de la Tierra
miércoles, 27 de agosto de 2008
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