domingo, 31 de agosto de 2008

Visita a la isla de la basura

Treinta y tres unidades de residuos por cada metro cuadrado de mar. Es la basura entre la que nos bañamos los veranos, según datos de Greenpeace. La cifra la refrenda la actividad frenética que la Unidad de Aguas Marinas de la Agencia Catalana del Agua ha tenido estas vacaciones. Hasta mediados de agosto habían recogido más de 40 toneladas de desechos sólo de las costas catalanas.
Cada año, en todo el mundo, 6,5 millones de toneladas de residuos terminan en los océanos. La basura marítima, advierten los expertos, se ha convertido en una de las mayores amenazas del planeta. Ya no sólo forma montañas en tierra firme. Miles de toneladas de desperdicios se han agrupado en islas.
Charles Moore aún no ha puesto nombre a la que él descubrió. La más grande, que se sepa. Fue el l3 de agosto de 1997. El tiempo era soleado y hacía un ligera brisa en un área situada a unos 140 grados de latitud oeste y 40 grados de latitud norte, en el noreste del Océano Pacífico, a unos 1.500 kilómetros de San Francisco.
El catamarán 'Alguita' navegaba por allí, dentro de la Espiral del Pacífico Norte, una región que va desde Japón hasta California, famosa entre los navegantes por sus calmas chichas. Es una zona en la que el agua tiene muy pocos nutrientes, lo que la convierte en casi un desierto marino, atrapado permanentemente bajo un área de altas presiones, donde el agua gira lentamente en el sentido de las agujas del reloj.
Allí hay muy poco plancton -microorganismos que constituyen lo que podría considerarse como la hierba del océano-, así que los peces escasean. Y, por eso, los barcos pesqueros no visitan la Espiral, en cuya superficie de 34 millones de kilómetros cuadrados caben unas 70 españas. De hecho, el 'Alguita' estaba allí por pura casualidad.
El barco regresaba a California desde Hawai, a donde había ido a la 'Transpacific' -coloquialmente conocida como 'Transpac'-, una regata de veleros que se celebra todos los veranos. "Como teníamos combustible, fuimos por una ruta poco transitada", explicaba, en su castellano impecable, el comandante del 'Alguita', Charles Moore, a Crónica.
Pero esa mañana del 3 de agosto, Moore y los otros cinco tripulantes del velero vieron algo que iba a cambiar sus vidas, y también el concepto que el ser humano tiene del océano. Primero se encontraron con una hilera de bolsas de plástico flotando en el agua. Luego, masas de cuerdas y de redes. Más tarde, varios conos de señalización de tráfico procedentes de Japón. Después, una jarrita de plástico. Y juguetes. El océano se había llenado de basura.



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