DOS de los más famosos científicos del mundo, Peter Higgs y Stephen Hawking, se juegan su reputación en una apuesta.
A propósito del arranque del LHC, el gran acelerador de partículas del CERN, en Ginebra, el miércoles, ambos han actualizado la polémica sobre sus posibilidades.
Hawking, que no; Higgs, que sí; los dos físicos más renombrados -o al menos más reconocidos a nivel popular- confrontan sus teorías sobre la utilidad del invento. El gran acelerador de partículas podría convertir en realidad el sueño de Higgs de ver confirmada su teoría sobre la partícula que lleva su nombre, el llamado Bosón de Higgs, cuya existencia es predicha por el modelo estándar de la física de partículas aunque no ha podido demostrarse hasta ahora experimentalmente. La teoría se conoce también como la partícula de Dios porque si finalmente se confirma su existencia -lo que se trata de hacer en ese acelerador de partículas situado en las afueras de Ginebra-, la teoría del Big Bang recibirá un definitivo espaldarazo y Higgs (Newcastle, 1929) se encaminará definitivamente al premio Nobel, distinción a la que aspira también su rival Stephen Hawking (Oxford, 1942).
Éste admitió ayer mismo haber apostado cien dólares (unos setenta euros) a que los científicos no serán capaces de encontrar, tal y como esperan, al esquivo Bosón de Higgs. «Creo que será mucho más excitante si no encontramos al Higgs. Eso demostrará que algo está equivocado y que tendremos que volver a pensarlo», dijo Hawking.
No es su primera apuesta científica. Ya en 1974, después de haber escrito casi todo lo que se sabe sobre los agujeros negros, apostó con su amigo Kip Thorne que la estrella doble Cisne X1 (el principal candidato a ser el primer agujero negro observado con un telescopio) no contenía uno de esos extraños objetos cósmicos. Hawking se jugaba una suscripción de un año a la revista Penthouse para su amigo contra cuatro años para él de la revista satírica Private Eye. Y, aunque tuvieron que pasar dos décadas, perdió la apuesta... y ratificó sus teorías. También perdió la que hizo con John Preskill en 1997 sobre la desaparición, o no, de la información dentro de una singularidad. Le costó comprar a su amigo una enciclopedia completa.
Higgs, por su parte, no es tan amigo de las apuestas y tampoco se ha detenido mucho en las críticas de Hawking. De hecho, ha confesado no haber leído el último trabajo de Hawking en el que éste trata de demostrar que no se llegará a encontrar nunca el Bosón de Higgs, aunque sí conocía otro anterior que suponía que servía de base de sus cálculos. Higgs incluso dijo que no creía que se tratase de un buen trabajo y criticó a su colega por juntar teorías sobre la gravedad de una forma que cualquier físico especializado en las partículas teóricas desaprobaría inmediatamente. "Desde el punto de vista de la física de partículas, desde la perspectiva de la teoría cuántica, hay que poner algo más que la gravedad en la teoría, y no creo que Stephen lo haya hecho. Tengo fuertes dudas sobre sus cálculos", explicó. Sin embargo, Hawking no está solo. Según The Times, otros físicos prominentes presentes han tratado de cortar la discusión y dado a entender que Higgs había sacado de contexto las opiniones de Hawking, quien cree que el gran acelerador de Ginebra puede probar la existencia de otras partículas subatómicas pero no la que lleva el nombre de su colega y rival.
Hawking contra Higgs DEIA
sábado, 13 de septiembre de 2008
Hawking contra Higgs
El estreno del gran acelerador de partículas en Ginebra ha desatado la polémica y una apuesta entre dos de los principales físicos del mundo sobre la posibilidad de encontrar la llamada 'partícula de Dios'.
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1 comentario:
Posiblemente no se encuentre la partícula de Higgs, pero quizá sí partículas de la materia oscura, y de la movida correspondiente algo saldrá. Quizá se constate que no es la materia la que da origen al espacio sino al revés, de forma que el espacio no sólo dé la masa sino también la energía cinética que mueve las partículas. Eso es lo que propongo en "Nueva Cosmología. Un giro copernicano", en ed. Indigo. Ramon Marquès
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